María Belén Alvaro
Universidad Nacional del Comahue, Argentina
ORCID: 0000-0003-0392-501X | mbelenalvaro2@gmail.com
Gabriela Ailin Correa
Universidad Nacional del Comahue, Argentina
ORCID: 0000-0002-3421-5427 | gabrielailinco@gmail.com
Fara Ariadna Macsad
Universidad Nacional del Comahue, Argentina
ORCID: 0009-0000-1010-5357 | 94macfara@gmail.com
Palabras clave:
dispositivo colonial neoextractivo | territorios arrasados | jerarquización de la vida | subjetivación
Recibido: 24 de julio de 2023. Aceptado: 05 de junio de 2024.
Resumen
Este trabajo se sitúa en la problemática de los dispositivos coloniales neoextractivos en territorios arrasados de la Norpatagonia1 en la última década (2013-2023).
Hipotetizamos que esta maquinaria social produce un campo hegemónico de efectos individualizantes por los que subjetiva y jerarquiza determinadas formas de vida, al tiempo que genera paulatinas condiciones de inhabitabilidad para otros modos de obrar, disidentes al dispositivo.
A partir de datos secundarios, indagamos en las positividades que caracterizan este tipo específico de máquina social: trazos de jerarquización de la vida y de subjetivación hegemónica. A partir de datos primarios, registramos desde experiencias disidentes al dispositivo, modos no hegemónicos de subjetivación.
Abstract
This work is situated in the problem of neo-extractive colonial devices in devastated territories of North Patagonia in the last decade (2013-2023).
We hypothesize that this social machinery produces a hegemonic field of individualizing effects through which it subjectiveizes and hierarchizes certain forms of life, while gradually generating conditions of habitability for other ways of acting, dissident to the device.
Using secondary data, we investigate the positivities that characterize this specific type of social machine: traces of hierarchization of life and hegemonic subjectivation. From primary data, we record from dissident experiences to the device, non-hegemonic modes of subjectivation.
Keywords: neo-extractive colonial device | devastated territories | hierarchization of life | subjectification
Introducción: neoextractivismos, subjetivaciones y disidencias
En las últimas décadas, en la Norpatagonia las formas históricas y renovadas del dispositivo colonial extractivo que históricamente se articula en el discurso del “desarrollo” (Escobar, 2020; Svampa y Viale, 2014; Mitman, 2019) se profundizan y redefinen.
Tomamos como punto de partida un señalamiento de Escobar (2020): la episteme de la modernidad está construida sobre dos grandes dualismos, la separación entre cultura y naturaleza, y la división colonial entre el Occidente y el No-Occidente. Esta episteme androcentrada colonial actúa como “una especie de inconsciente positivo del conocimiento o como un a priori histórico que moldea lo que se puede conocer y decir, sin que los conocedores o expertos sean conscientes de ello” (p. 8). En ella, el discurso del desarrollo surge a finales de la segunda guerra mundial como práctica discursiva y espacio donde solo ciertas cosas pueden ser dichas. Se articula alrededor de tres enunciados claves: el carácter subdesarrollado del Tercer Mundo, el crecimiento económico como único motor de desarrollo social, y las aplicaciones de capital y tecnología como camino para el progreso (Escobar, 2020), generando conflictos ambientales que devastan ecosistemas y mundos.
Definimos por extractivismo al estilo de desarrollo basado en la apropiación de bienes comunes que alimenta un entramado productivo escasamente diversificado y muy dependiente de una inserción internacional como proveedores de materias primas (Gudynas, 2009). Las actividades extractivas son aquellas que tienen por finalidad la consecución de rentas diferenciales a escala mundial (Giarraca y Teubal en Lobos, 2013).
El neoextractivismo sudamericano es, para Gudynas (2009), una versión contemporánea y sudamericana del desarrollismo, heredera de la modernidad occidental. Sus novedosas curvas de regularidad se estructuran con relación a una mayor intervención (directa y/o indirecta) del Estado (incluso en uso de las fuerzas de seguridad para asegurar el funcionamiento del dispositivo), sofisticada articulación comercial y financiera la geopolítica internacional, mayor fragmentación territorial y de economías de enclave, canalización de excedentes y su redistribución en programas sociales y/o de “responsabilidad social” de las empresas para la generación de legitimidad política, discursos de crecimiento económico y teoría del derrame como patrones de legitimidad y de eficiencia gubernamental (Gudynas, 2009 en Lobos, 2013), rasgos que en Argentina marcan fuertes continuidades respecto del modelo extractivo-exportador (Svampa, 2009).
Una nueva fase histórica del orden social capitalista que denominamos neoextractiva, regula no solo un conjunto de transformaciones socio-técnicas introducidas por la denominada tercera revolución industrial, sino específicos procesos hegemónicos de subjetivación y producción territorial. Un nuevo pliegue del discurso del desarrollo para las economías periféricas, en la fase del capital mundial integrado2 (Guattari y Rolnik, 2013).
Lobos (2013) señala dos modalidades de territorialización del modelo extractivo: los enclaves extractivos y los territorios de conectividad. Los primeros se caracterizan por concentrar el interés de un importante grupo de empresas transnacionales en torno a determinados espacios territoriales, el rol activo de promoción (discursiva y normativa) desarrollado por los gobiernos locales, intermedios y nacionales, y (3) la emergencia, en la mayoría de los casos, de formas locales de resistencia (Svampa y Antonelli en Lobos, 2013), que les da un carácter conflictivo y contradictorio (Gudynas, 2009). Los territorios de conectividad se conforman “en torno a los enclaves extractivos, en sus márgenes y hacia adentro de los mismos” (Lobos, 2013: 49). Conforman una inteligencia socio-espacial de tipo tecnocrática que articula potencialidades de distintos territorios para hacer posible la circulación de mercancías bajo el modelo extractivo, construyendo una espacialidad y una temporalidad particulares (Lobos, 2013).
El dispositivo neoextractivo compone, así, un verdadero régimen de (in)habitabilidad de los territorios. Definimos al dispositivo, siguiendo a Foucault en Deleuze (1990), como conjunto multilineal, compuesto de líneas de distinta naturaleza, que siguen direcciones diferentes, forman procesos siempre en desequilibrio y se acercan unas a otras como se alejan unas de otras. Los objetos visibles, las enunciaciones formulables, las fuerzas en ejercicio, los sujetos en posición son como vectores o tensores de esas líneas. Hay líneas de sedimentación, pero también líneas de “fisura”, de “fractura”, líneas de estratificación y líneas de creación.
Un régimen de saber-poder que distribuye espacios de acontecimientos posibles, tipos predominantes de sujetos y de disciplinamiento de las potencias vitales, cabales políticas de la existencia (Lazzarato, 2017) vinculadas a la estabilidad y al orden en la producción social de determinados territorios, conformando regímenes de despojo. “Estos dispositivos materiales utilizan tecnologías humanas, procedimientos e instrumentaciones para ejercer sus funciones de clasificación, control, represión e incitación, solicitación y sometimiento” (Lazzarato, 2017: 15). Son tecnologías a la vez disciplinarias, de seguridad, para la conducta de las almas y de construcción de sí. Una máquina social3 (Deleuze y Guattari, 1973) de subjetivación que produce modos específicos de regular disposiciones productivas, técnicas, pero también afectivas y éticas.
En el presente trabajo nos interesa analizar sus líneas de estratificación: trazos de jerarquización de la vida; sus líneas de actualización: modos típicos de subjetivación; y líneas de creatividad/fisura: experiencias disidentes. Para esto último apostamos por la potencia de discursos de la controversia (Arnoux y Bentivegna, 2019), puntos de fuga a la densa malla monolingüe del dispositivo neoextractivo, que ponen en cuestión los órdenes dados como sensatos o aceptables. Experiencias que producen una política de la interpretación que interroga los procesos de construcción de la homogeneidad discursiva hegemónica desde la resolución cotidiana de la vida en tramas comunitarias. Modos de obrar disidentes que producen, en tanto acontecimientos, otras subjetivaciones, enunciaciones y efectos; un conjunto multilineal de (re)distribución vital de objetos visibles, enunciaciones formulables y fuerzas en ejercicio singularizante.
Entendemos por experiencia la correlación, dentro de una cultura, entre campos del saber, tipos de normatividad y formas de subjetividad (Foucault, 2005). La palabra experiencia sirve para Scott como una manera de “hablar de lo que ocurrió, de establecer diferencias y similitudes, de decir que se tiene un conocimiento inalcanzable”. La experiencia es siempre una interpretación, está siempre en disputa, y siempre es política. No el origen de nuestra explicación, sino un acercamiento, aquello que podemos enunciar (Scott, 2001).
En relación con estas disputas, señalamos con Deleuze (1987) que su vitalidad está en que “lo verdadero” no se define por una conformidad o una forma común entre lo visible y lo enunciable, sino que existe un constante reencadenamiento por encima del intersticio: “las dos formas se insinúan una en otra como en una batalla” (p. 95). Entre el enunciado y su condición se insinúan visibilidades; los enunciados y sus visibilidades se enlazan directamente como luchadores, se fuerzan o se capturan, constituyendo cada vez “una verdad”.
Sostenemos como hipótesis de trabajo que las experiencias otras en territorios arrasados esbozan definiciones (como modos de obrar y como enunciados) de vida digna no estandarizadas, desde el cotidiano en territorios arrasados. Por su propio acontecimiento, producen a nivel micropolítico hendiduras, difracciones, en los modos sociales hegemónicos de decir y habitar la vida en regímenes extractivos.
De cara a la organización del artículo, presentamos a continuación una caracterización de la subjetivación hegemónica neoextractiva. Posteriormente, a partir de datos secundarios, sistematizamos lo que denominamos analíticamente trazos de jerarquización de la vida del ordenamiento extractivo. En último lugar, presentamos resultados de la producción de datos primarios que venimos realizando desde 2018 en el marco de dos proyectos de investigación consecutivos.
Cerramos el trabajo con reflexiones que alimentan la hipótesis de que las hendiduras al pliegue neoextractivista del desarrollo son terreno de in(ter)vención micropolítica. La formulación enunciativa de gestos disidentes con condiciones de enunciación propias desestabiliza el par vida-desarrollo y prefigura la desestabilización posible de los dispositivos hegemónicos. La articulación de sentidos territoriales marcados por (in)habitabilidad del régimen extractivo contiene ya trazos indiciarios de construcción otra en cada territorio.
Algunas consideraciones metodológicas
El diseño metodológico se estructura en función de un esquema con alcances descriptivos y sustentado en un diseño flexible. Para el análisis de lo que llamamos trazos de jerarquización tomamos datos secundarios de medios masivos de comunicación que, a nivel extensivo, dan cuenta de curvas de visibilidad y enunciación por la veridicción a partir de los rasgos más sobresalientes y a la vez fosilizados en el discurso del desarrollo. Desde estos datos emergen líneas de visibilidad del devenir del ordenamiento hegemónico extractivo a nivel nacional, regional y local, en la última década.
Para el análisis de procesos de subjetivación disidente trabajamos con datos primarios producidos durante 2017-2018 en dos barrios4 de Allen, colindantes a torres de extracción de gas no convencional, así como entrevistas realizadas en 2023, durante encuentros de feriantes5 en la localidad de Fiske Menuco, Río Negro (muestra en construcción). Las técnicas de construcción social del dato son entrevistas individuales con bajo nivel de estructuración (Cruz, Reyes y Cornejo, 2012), talleres bajo la modalidad de la técnica de entrevistas grupales, ambas desde la coconstrucción colectiva y participativa y la escucha etnográfica.
Nos proponemos una estrategia de análisis desde el paradigma indiciario, un “método interpretativo apoyado sobre los descartes, sobre los datos marginales, considerados reveladores” (Ginzburg, 2003: 105). Buscamos cartografiar micropolíticamente enunciados con “capacidad de remontarse desde los datos experimentales aparentemente omisibles hasta una realidad compleja no directamente experimentada” (Ginzburg, 2003: 108), que deslizan indicios, huellas; pasadizos a través del carácter concreto de la experiencia (Prado, 2023). Aquello que llegamos a enunciar desde la vida posible de ser vivida en territorios arrasados.
Buscamos alcanzar un conocimiento parcial, afinado con la resonancia, desde un locus difractario al ordenamiento extractivo; producir políticas de la interpretación, de la traducción, del tartamudeo y de lo parcialmente comprendido (Haraway, 1991). “No buscamos la parcialidad porque sí, sino por las conexiones y aperturas inesperadas que los conocimientos situados hacen posibles”. Una objetividad fuerte (Harding,1995), porque entendemos que la única manera de encontrar una visión más amplia es hablar desde algún sitio en particular (Haraway, 1991).
Subjetivación hegemónica: la ortopedia discursiva neoextractiva
En la Norpatagonia, a partir de fines del S. XIX, la organización territorial es producida por la vertebración del régimen colonial sobre el genocidio de pueblos originarios, en el momento en que la organización burocrática del Estado y las necesidades del modelo económico permitieron al Estado quebrantar todos los acuerdos y tratados firmados con caciques representativos de parcialidades soberanas de las pampas (Briones y Carrasco, 2000) y avanzar militarmente sobre la Patagonia, narrada como “desierto” (Pérez, 2011).
Para la segunda década del siglo XX, la puesta en marcha de dispositivos locales vinculados al despliegue continental del patrón colonial de poder impulsa un proceso de distribución y jerarquización que consolida a la fruticultura como actividad económica protagónica. Con ella, emerge una estructura territorial cuyo sujeto hegemónico es el productor familiar capitalizado –chacarero–. Desde la década de 1960 deviene un proceso de modernización concentrada, transnacionalizada y excluyente (Alvaro, 2013) en la organización de la cadena frutícola. Esto consolida un deterioro paulatino de la participación chacarera en el eslabón primario por expulsión de explotaciones (falta de acceso al crédito, endeudamiento con organismos privados y públicos, dificultades para el acceso a tecnología).
Las prácticas divisorias (Foucault, 2005) que articula el dispositivo frutícola tienen eje en la forma de vida rural, el núcleo doméstico y una figura central masculina propietaria de la parcela (Alvaro et al., 2018). La experiencia social hegemónica articula la presencia de un sujeto migrante europeo/europeizado, heterosexual, de clase propietaria, padre de familia que motoriza el progreso de la zona, “héroe-pionero”, presente en la narrativa oficial de la región. La contrafigura de este tipo social es el trabajador agrario temporario también migrante, denominado “golondrina”, proveniente, en gran parte, de Chile en la segunda parte del siglo XX, de origen mapuche o criollo, figura subalternizada, acompañada de un núcleo doméstico de referencia que, en muchos casos, encontró “opciones complementarias (de vida) que le permitieron asentarse en forma definitiva” (Bendini y Radonich, 1999: 43) en el Valle. Sus espacios de vida también son ubicados en lugares periféricos: terrenos fiscales colindantes con las chacras, en regímenes precarios de acceso a la tierra.
En la última década (2013-2023) el deterioro de la producción primaria frutícola se solapa con el impulso gubernamental (nacional, provincial, local) a la extracción de gas tight, inaugurando la política de extracción de hidrocarburos no convencionales.6 Actualmente en la localidad de Allen, señalada como “uno de los casos más emblemáticos que ilustra la avanzada petrolera en la Patagonia argentina” (Bertinat et al., 2014: 151), se explota uno de los cinco yacimientos de gas más grandes de Argentina y se produce el 20% del tight gas que genera la petrolera nacional en todo el país (El País, 2018).
En 2013 condensa, en el Concejo Deliberante local, un rechazo popular unánime a la posibilidad de implementar la extracción no convencional en la localidad. Por unos días Allen logró ser un municipio libre de fracking mediante una estrategia discursiva democrática, construida vecinalmente y sustentada en la soberanía del territorio y sus bienes comunes. No obstante, el Tribunal Superior de Justicia de la provincia de Río Negro ejerció su poder de veto declarando inconstitucional la ordenanza, permitiendo el avance irrestricto de la actividad.
La posibilidad de arrendamiento de chacras para la explotación hidrocarburífera intensiva, con un perfil más capitalista-rentista imprime profundizaciones en la grilla colonial territorial. Entre 2009 y 2010 se inicia la explotación de pozos bajo la modalidad de contratos bianuales de servidumbre de renovación automática entre empresas privadas y el sector chacarero, para el acceso y uso de las parcelas, alcanzando en 2014 los 160 pozos.
A la formulación androcéntrica “familiar” de la fruticultura le hace pliegue la de “petrolero”: aislado de su entorno vital, desanclado del ámbito reproductivo y cuya experiencia central es la de organizar y ejecutar gestos y movimientos de la cadena extractiva para la generación de hidrocarburos, con un registro nulo de impactos ambientales o sociales. Así, las tecnologías del despojo producen efectos en la subjetivación. A partir de la (re)masculinización de los dispositivos arquitectónicos, los discursos disciplinares, los procesos de trabajo, la economía de los afectos y del deseo, ciertas voces se amplifican, ciertos cuerpos saturan el paisaje visible, ciertas posiciones se erigen como legítimas, y ciertas figuras monopolizan el discurso público. El tipo de experiencia social que privilegia es masculina, heterosexual, blanca, de clase media, con rasgos de apropiación violenta de la naturaleza e hiperadaptada a los objetivos de productividad (Alvaro, 2021).
En este esquema extractivo, tanto en su fase frutícola como en la hidrocarburífera no convencional las corporalidades feminizadas7 (Haraway, 1991) han sido integradas en el sistema productivo de este discurso social como sector subalternizado. Así como en las unidades chacareras y de autosubsistencia para la asalarización temporaria, el usufructo de su trabajo de cuidados, afectivo y productivo es apropiado al interior de los núcleos domésticos. Esta situación se profundiza con la llegada de los pozos a chacras desmontadas linderas a los barrios periurbanos. Los efectos que ocasionan sobre la vida y los territorios son resueltos por las mujeres en la intimidad de los hogares. Se suscitando la reconversión de territorios productivos a territorios extractivos, la falta de empleo entre trabajadores y trabajadoras rurales, vulneración de derechos y la privatización de bienes comunes.
El protagonismo de la actividad extractiva, reconfigura la territorialidad. Son ejemplo de ello la organización de actividades económicas con relación a su lugar en la dinamización hidrocarburífera, el acceso a infraestructura estatal (caminos, hospitales, escuelas, edificios municipales) diferencial para las poblaciones y con mayores signos de vulneración en los enclaves extractivos, la legitimación de la inocuidad de la actividad a través de empresas mediáticas, discursos políticos y científicos, el señalamiento de la precarización generalizada de la vida como un estadio de transición hacia el desarrollo, el silencio oficial de empresas y autoridades gubernamentales frente a los cambios en la calidad del suelo, el aire y el agua. La ortopedia discursiva del dispositivo neoextractivo produce subjetividades y narrativas instrumentales del territorio, estandarizadoras del deseo y de las potencialidades de vida local. Conforma un encuadre discursivo monolingüe material, selectivo y diferencial, que reconoce y jerarquiza ciertas vidas en un nuevo pliegue del discurso del desarrollo.
Trazos de jerarquización de la vida en el neoextractivismo
A partir de líneas de estratificación y sedimentación que materializan el dispositivo neoextractivo, analizamos algunos trazos hegemónicos de jerarquización de la vida en la organización espacial, económica, demográfica, así como en efectos en el aire, agua y suelo de los territorios donde se realiza y aledaños. Cabe aclarar que, en la región en estudio, este dispositivo se centra en la actividad hidrocarburífera no convencional,8 comúnmente conocida como “fracking”,9 enmarcada en el megaproyecto Vaca Muerta.10
En el país, según un informe de EJES (2022), se observa en los últimos años un desplazamiento del sector hidrocarburífero del gas hacia el petróleo.11 Los niveles extraídos, gracias al aporte del shale proveniente de Vaca Muerta, alcanzaron su máximo valor en una década. Las principales empresas del sector se han volcado en esta dirección (YPF, Shell, Pan American Energy y Vista). La región Vaca Muerta es el eje de planificación de un determinado tipo de desarrollo nacional, local y transnacional (Copade, 2015).
La provincia de Río Negro en particular, participa en un 4,7% de la extracción de petróleo y el 3,6% de gas del país (Ministerio de Economía, 2022). El avance de la extracción de hidrocarburos opera sobre la base de la crisis de actividades que fueron sostén productivo y dinamizadoras de la economía provincial como la fruticultura (Di Paola, 2023).
La reconfiguración del mercado de trabajo explica, por un lado, la caída del empleo registrado y salario del sector privado para la actividad agropecuaria, pasando desde el año 2015 de 24,5 miles de puestos de trabajo a 21,4 en 2020 (informe productivo de la provincia de Río Negro, mayo 2022); como también la profundización de las condiciones de precarización laboral, dado que el sector es estructuralmente empleador de mano de obra temporal (Vylchez, 2017). A su vez, la importancia del sector hidrocarburífero como demandante de mano de obra varía según las localidades. No obstante, la inserción laboral efectiva es baja respecto a otras actividades y las recientes modificaciones en el CCT favorecen a la flexibilidad laboral, los trabajadores asumen una mayor exposición a situaciones de riesgo, aunque con elevados salarios (Garino, 2019).
En los territorios de Vaca Muerta propiamente dichos los accidentes laborales desde la implantación de los no convencionales y el nuevo convenio colectivo de trabajo son un primer indicador de peligrosidad de la actividad (suman 9 los petroleros muertos en la cuenca neuquina desde la modificación del convenio colectivo de trabajo de 2017, Diario Río Negro, junio 2022).
En cuanto a las poblaciones, existen denuncias por daño ambiental en relación con la aceleración de la actividad sísmica, de cambios en la composición del aire, el suelo y el agua. En este caso, los indicadores de daño no están sistematizados.
Un insumo clave de la actividad es el agua dulce. La fractura hidráulica requiere de grandes volúmenes en comparación con la actividad convencional. La cuenca de los ríos Limay, Neuquén y Negro, constituye el sistema hidrológico más importante del país. Es la cuenca de mayor generación de electricidad del territorio argentino. En este contexto, resulta preocupante el uso intensivo de agua para el lavado de arenas silíceas en la planta de la empresa NRG, dado que representa un volumen cercano a la mitad del consumo de agua de la población de la ciudad de Allen (Álvarez Mullally, 2022). Desde hace dos años AIC ratifica el estado de emergencia hídrica (INTA Alto Valle, 2022) y las familias que hace décadas viven en la zona de bardas de esa localidad continúan sin acceso permanente al agua potable (Diario Rio Negro, 2022). También hay repercusiones de la actividad en la calidad del agua. Un informe de CONICET corrobora la presencia de hidrocarburos de forma bastante uniforme y homogénea en toda la cuenca del río Negro (Quilodrán, 2023). Los máximos niveles de contaminantes fueron encontrados en las estaciones de Neuquén, Fernández Oro, Allen, Regina e Isla La Paloma (ubicada cerca de la desembocadura del río).
Otro insumo clave en la actividad es la arena de sílice. Esta tarda miles de años en formarse y no es renovable, con la utilización masiva del fracking en yacimientos no convencionales, su provisión es un gran negocio a nivel mundial. A Vaca Muerta estas arenas llegan desde Entre Ríos, Chubut y, recientemente, Río Negro (Opsur, 2022). La creciente demanda de este insumo, generada por la intensidad de la explotación, conlleva numerosas problemáticas en los territorios en los que se extrae, en las plantas de procesamiento y acopio, como también en las diferentes regiones que atraviesan los camiones en el transporte de las arenas. La meseta rionegrina se proyecta como la gran proveedora de arena, garantizando a un grupo de empresas y particulares las condiciones para su extracción, tratamiento, almacenamiento y transporte. En la actualidad, ya hay tres empresas que están produciendo y trasladan arena a Vaca Muerta: Cimsa Inversiones Mineras (YPF), NRG Argentina SA y Corral de Piedra, operada por la firma Sand Frac SRL, además hay más de 800 pedidos de concesiones de canteras entre tierras fiscales y privadas que involucran entre 60.000 y 70.000 hectáreas (Juárez, 2022). La avanzada territorial del extractivismo hacia territorios de conectividad, genera deterioro de monte nativo, de caminos rurales y puentes, rutas provinciales y nacionales, entre otros bienes públicos comunes que se consumen a su paso, perjudicando y poniendo en riesgo a pobladores.
Otro punto controversial de las arenas silíceas tiene lugar en la planta de tratamiento, lavado y clasificación de la empresa NRG ubicada en la localidad de Allen, la cual ocupa un predio de 140 hectáreas y consume grandes cantidades de agua para el lavado de las arenas (Álvarez Mullally, 2022).
Como forma de freno a las resistencias locales a este tipo de actividades existe una batería de medidas de las cuales nos interesa destacar dos por su grado de evidencia y agresividad. En primer lugar, se dan fuertes estrategias discursivas desde YPF para aplacar y canalizar todo tipo de oposiciones y resistencias al fracking ridiculizando la protesta ambiental, que se filtran en los medios de comunicación (AnRed, 2023). Por otra, autoridades del gobierno nacional anuncian un plan de campaña militar para defender Vaca Muerta en el que las fuerzas armadas harán ejercicios militares en pos de cuidar el “valor estratégico” de la formación geológica (Río Negro, marzo 2023).
En los últimos años se proyecta ampliar la frontera hidrocarburífera no convencional hacia plataformas marítimas del mar argentino. Estos proyectos son ampliamente resistidos por las poblaciones locales y organizaciones ambientales, por sus impactos en la actividad pesquera, sector agroexportador de importancia en la economía rionegrina (Opsur, 2023) y en el medio marítimo en general. Mediante amparos judiciales el gobierno apeló, argumentando que sus fundamentos están desvinculados de la realidad, y genera profundo daño al desarrollo de la producción y a la generación de trabajo y actividad económica (Andrada, 2022).
En los últimos meses se suma a las iniciativas extractivistas de generación de divisas un acuerdo de producción de “energías verdes” en Río Negro (Gobierno de Río Negro, 2022) para Alemania, China, Rusia y Barbados. Se trata de un proyecto12 para exportar hidrógeno13 desde el Área Natural Protegida Meseta de Somuncura, en la línea sur de la provincia de Río Negro (Salgado, 2022).
Así mismo, se multiplican las autorizaciones para tareas exploratorias en la Región Sur para la producción de oro, plata y uranio, a los que las comunidades mapuche locales han respondido con resistencia y defensa de sus actividades productivas (Maradona, 2021). La supervivencia de las poblaciones locales (comunidades originarias, pobladores dispersos, población criolla) y la actividad de quienes dependen de la crianza de animales resultará gravemente comprometida por el tamaño de la infraestructura que se instalará para proveer a la planta de la empresa australiana, y la menor disponibilidad de terrenos y recursos como el agua que generará el proyecto (Salgado, 2022).
Vivir cerca de pozos de petróleo y gas está relacionado con una serie de problemas de salud, como asma, partos prematuros y reducción de la función pulmonar, similar a vivir cerca de carreteras muy transitadas o con humo de emanaciones industriales (The Times, 2022). Hay consenso en que los más afectados son poblaciones aledañas, en general racializadas, precarizadas y/o invisibilizadas. Al respecto, Pechén (2018) refiere que los mayores impactos son los provenientes de la contaminación del aire, del agua, del tráfico intenso de vehículos pesados, el exceso de ruido y el estrés psicosocial asociado a los cambios de las costumbres de las comunidades aledañas. La evidencia epidemiológica indica que la proximidad residencial cercana a producciones de petróleo y gas convencionales y no convencionales es directamente proporcional a la aparición de efectos adversos perinatales y respiratorios (Shonkoff et al., 2021; Li et al., 2022).
A nivel local y mundial, los sismólogos señalan que las perforaciones están alterando un delicado equilibrio en las profundidades subterráneas. En particular, a partir de la técnica llamada inyección de aguas residuales, se despiertan antiguas fallas, convirtiendo regiones históricamente estables en inestables (Texas, Estados Unidos; Groningen, Países Bajos; Sauzal Bonito, Argentina). Esto debido al aumento de la actividad sísmica en las proximidades del campo, abriendo la puerta a terremotos de considerable intensidad (Dhanesha, 2022; Slav, 2023; Grosso y Tamburini Bilevau, 2023). En la industria petrolera responden a los cuestionamientos locales argumentando que los planteos tienen “un fuerte componente psicológico” (Clarín, 2023), y el gobierno agrega que no hay manera de hacer lugar a “fundamentalismos ambientalistas” (Petrolnews.net, 2023).
Se suma a los efectos de este tipo de actividad la alta emisión de metano. Para que el mundo tenga al menos la mitad de posibilidades de frenar el calentamiento en 1,5 grados centígrados, más de la mitad de las reservas de combustibles fósiles del planeta deberían permanecer en el suelo sin extraer y sin usar, desde ahora y hasta el 2050, según Welsby et al. (2021). El clima global se calienta a un ritmo que la mayoría de los especialistas considera peligroso, convivimos con volúmenes crecientes de residuos de difícil y costoso tratamiento, la biodiversidad se reduce (Crespo, 2022). No obstante, la dinámica del capital se exacerba y profundiza aún a costa de desconocer tales evidencias.
Todo lo anterior nos permite captar dos grandes regularidades: por un lado, que toda vez que se realizan estudios rigurosos en las regiones donde se practica este tipo de actividades, hay evidencia de su grado de dañabilidad y eligibilidad por parte del capital. Por otro, que esta capacidad de daño conlleva un racismo ambiental estructural y planetario, de cuño colonial, que viene dado por la vulnerabilidad de sectores de la población frente a estas territorializaciones hegemónicas.
Anudar discursivamente estos procesos da lugar a un tipo de síntesis en el cual “colonización y estatalidad se implican tanto en los modos de ocupación de la tierra como en el vínculo que se establece con el medio y la constitución de relaciones jerárquicas de géneros, etnias y clases” (Sztulwark, 2019: 158). Svampa y Viale (2014) señalan cómo los gestores de los aparatos de Estado en alianza con corporaciones transnacionales se sirven de espacios reales que devienen instrumentales, espacio abstracto, metafórico, depurado de historias, sentidos, prácticas y vivencias; espacio imagen geométrico, cuantitativo que surge del “mal desarrollo”. En consecuencia, también se acentúan y diversifican cadenas de violencia colectiva que suelen expresarse a través de lo que refiere como “figuras extremas” (Svampa, 2019: 73), esto es, nuevas territorialidades criminales legalizadas.
Tal como refiere Seoane (2012), los procesos de mercantilización y privatización que gestionan la integración subordinada de las economías de la periferia al circuito de la gran producción capitalista global implican tanto a los bienes naturales como a los bienes comunes sociales, e incluso aquellos procesos que remiten a la destrucción de formas de propiedad comunal, pública, estatal, como de cierta propiedad privada (individual, pequeña o mediana) a favor de la gran propiedad capitalista –transnacional o local– asociada al circuito de valorización global.
El avance del capitalismo mundial integrado estaría asociado no solamente con la apropiación y disponibilidad de bienes, sino también orientado a la permanente mercantilización de la vida. Estas formas renovadas de despojo ponen en crisis formas desmercantilizadas, locales, singulares de reproducción social de la vida y reavivan experiencias/luchas por el uso y acceso al agua y al suelo para la sostenibilidad de tramas comunitarias locales.
Subjetivaciones disidentes, singularizaciones de vida digna
Y descubrimos que había dos historias. Una, heroica o trágica, según se la leyera desde la dominación o desde aquéllos que la sufren. La otra simplemente no existía; no había sido jamás contada: se refería a lo mínimo, a lo doméstico, a esa larga existencia silenciosa de miles de horas de lavar, zurcir, tejer, cocinar, cambiar pañales, limpiar, hacer compras, enseñar (lávate las manos, límpiate las narices, hagamos las tareas) y otra vez encender fuego, poner la tetera, hacer las camas, apoyar, hacer la comida. Eso que se llama la vida privada y que más nos parecía haber privado a la mujer de la vida: del derecho a formular su vida humana.
(Julieta Kirkwood, Tejiendo rebeldías)
En este apartado, recuperamos la sistematización de enunciados a partir de experiencias territoriales en tramas comunitarias.
Analizamos entrevistas realizadas a habitantes de dos barrios de familias trabajadoras rurales, asentadas a partir de la década de 1950, ubicadas en terrenos fiscales a las chacras frutícolas en la localidad de Allen, Río Negro. Estos barrios se encuentran rodeados de pozos de extracción de gas tight. La segunda muestra está compuesta por integrantes de una feria que semanal en un espacio exterior de la Casa de la Cultura, en Fiske Menuco, Río Negro. En ella hay participación de organizaciones, de integrantes de comunidades, y personas que participan de manera individual, las afectaciones del neoextractivismo en esa localidad están más relacionadas con la extracción de áridos, impactos en el agua por contaminación por hidrocarburos río arriba, el transporte de arenas de sílices ya mencionados, y proyectos de perforaciones en las cercanías de la localidad.
Organizamos las respuestas a partir de dos dimensiones interrelacionadas: efectos del dispositivo neoextractivo para la vida, y definiciones de vida digna, que presentamos a continuación.
Desde el punto de vista de las formas de construcción de la vida, los efectos del dispositivo neoextractivo producen transformaciones en la organización de la experiencia territorial.
Bienes comunes que hasta hace unos años eran de libre acceso, como la leña para calefaccionarse, cocinar, calentar agua para necesidades domésticas diarias, se vuelven accesibles exclusivamente vía mercado, proceso que conlleva una vulneración de la autonomía económica y progresiva mercantilización de la satisfacción de necesidades básicas:
Si, acá es la leña. Y buscar también leña. Porque antes también el tema de que las chacras te daban leña, ahora ni eso. Los chacareros lo que hacen es vendérsela a los hornos. No te dan. Lo único que te sirve acá es andar comprando. Antes, cuando te daban en las chacras, te daban todo, y ahora no te dan nada. Cambió mucho todo, todo (R, entrevista 07-2017).
¿Por qué no nos dan gas a nosotros? (H, entrevista 07-2017).
Sigo como siempre, con la cocina a leña, todo a leña. La leña cada vez hay menos, y cada vez más cara (A, entrevista 07-2017).
Respecto de la soberanía alimentaria, es notable la pérdida de prácticas alimentarias no mercantilizadas que formaban parte de los hábitos alimenticios de los hogares de Allen:
Al tener tanta luz y el trabajo constante, las plagas trabajan el doble, ahora la carpocapsa está en todas las verduras, en la papa, en el repollo (L, entrevista, 07-2017).
Acá, por ejemplo, desde que abrieron las torres estas, las plantas, montones de chacras de alrededor están todas abandonadas (R, entrevista, 07-2017).
Nuestros hijos, nuestros nietos… no va a haber fruta, no va a haber agua… habrá que ver qué verdura se come… yo siempre he dicho lo mismo: a mí (el fracking) me cambió la vida (M, entrevista, 07-2017).
Los entornos vitales donde otrora se socializaba se vuelven peligrosos y se vivencian como amenaza. Los tránsitos cotidianos para la satisfacción de necesidades son permeados por esta nueva morfología de los territorios donde se registran explosiones, derrames, contaminación sonora y vibraciones permanentes que ocasionan malestares:
Estamos rodeados. Y porque viste que ahora descubrieron que es gas, eso. Vos si salís afuera, después fíjate el aparatito ese hace psss… y cuando pasa algo que eso se tapa, empiezan las sirenas a sonar, y los perros aúllan. Y entonces vos decís, bueno, acá si se prende algo no queda nadie (H, entrevista, 07-2017).
Y el miedo, el miedo de que siempre hay un ruido. Yo, por ahí, escucho un ruido fuerte… ¡Algo pasó!, pienso yo… una fuga… y capaz que fue una cubierta que se reventó en la ruta… y pienso que son ellos” (M, entrevista 04-2018). “En el día capaz que no se siente tanto porque es más ruido lo que hay… en la noche, en silencio, es lo único que se escucha (A, entrevistada zona rural).
Este es un ruido permanente, que ya convivís con él (S, entrevista, 04-2018).
Por la noche trabajan más. Es muy fuerte el ruido, es impresionante, te imaginás si uno está cerca… porque allá en el otro barrio están más cerca que nosotros (M, entrevista, 07-2017).
Acá no hay baños bien calzados. Donde va mi pileta de la mesada, también es un pocito así nomás. Y eso todo se mueve (con el pasar de los camiones al pozo) y todo se va cayendo abajo. Y cuándo provincia nos prometió ayudar en alguna pieza, en algún dormitorio, con material, o hacer un baño. Y yo le decía a mi marido, si me ayudan, yo quiero un baño, yo quiero baño acá adentro (A, entrevista, 07-2017).
Esto se acompaña de una reconfiguración del espacio privado y público en la experiencia del territorio. En el entorno próximo de la vivienda se identifican impactos, principalmente el resquebrajamiento de paredes y techos, y los constantes movimientos de suelo: “en la noche nuestras ventanas eh vibran” (J, entrevista, 04-2018). “Nos cambió la vida a nosotros acá, a todo el barrio. Esta casa tiene 5 años, es nueva y se me fisuró todas las piezas, los dormitorios, una fisura que se ve para fuera, está todo roto” (M, entrevista, 07-2017). “Yo los cielorrasos los tengo todos quebrados, ya van dos veces que los arreglé. Porque vibra toda la casa” (M, entrevista, 07-2017). También hay cambios en el uso del espacio público: “vos pasas por las calles que antiguamente íbamos al río en bicicleta a disfrutar, ahora es imposible. Vas sí, pero es inseguro, por la cantidad de maquinaria pesada” (L, entrevista, 04-2018).
Vengo de una chacra donde trabajo la fruta. Un día despertamos con la presencia de camionetas y máquinas de distinto tamaño. De un día para el otro paso esto. Primero lo vimos como una posibilidad de trabajo. Pero luego comenzamos a sentir vibraciones en nuestras casas, algunas se rompieron, muchas luces, ruidos molestos. […] Hace 10 años que sufrimos esto, los vecinos luchamos pero no logramos nada […] Nunca llegamos a acostumbrarnos a vivir con todo eso, porque a ellos no se los puede correr (entrevista grupal, 09-23).
Cuando pensamos desde las marcas que deja la experiencia extractiva en los cuerpos, las consecuencias son múltiples e impactan con mayor fuerza en los cuerpos feminizados: mujeres, niños/as y ancianos/as. “Siempre hay problemas de panza, de mal humor, puede ser, porque una no duerme bien capaz. Problemas respiratorios también” (M, entrevista, 07-2017).
Yo empecé a ir al médico, porque empecé con tos. Y… ahí me dijeron que era como una alergia, pero si antes yo nunca, nunca tenía alergia, nunca fui alérgica a nada, y, ese fue un cambio total para mí […] he ido a parar a la guardia, por el tema de que yo antes tomaba un medicamento y se me pasaba, ahora no (A, entrevista, 07-2017).
Desde que cerraron el pozo el nene no cayó más internado [...] ya van a hacer 3 años, Porque volvieron a habilitar un pozo que nosotros hicimos que la jueza clausurara. Conseguimos que clausuraran un pozo y bloquearan otro, que no lo hicieran, que ese iba a quedar frente de dos casas de dos vecinos que estaban más cerca” (R, entrevista, 07-2023).
Un último emergente es la experiencia de exclusión por reconfiguración de las relaciones sociales en el territorio:
el fracking es algo muy producido por hombres, que solamente le brinda mano de obra al hombre, no a la mujer. Son contadas las mujeres que trabajan en lo que es el petróleo… al creer que mucha población de Allen trabaja del petróleo, es muy conocido Allen por el petroprecio. Especulaciones con el tema de subir alquileres, la comida, es carísimo (D, entrevista 05-2017).
Porque encima ellos tienen trabajo como para tomar, pero no te dan trabajo. Ellos traen gente de otro lado, traen ya su gente (R, entrevista, 07-2017).
No… los petroleros no se ven por la calle. ¿Sabés dónde van ellos? A Petrobras a comer a veces… pero tienen las gamelas, todo. No… cada uno es de otro lado… y si hay algún empleado que es de Allen que trabaja para ellos, por lo general trabaja en otro lado… Algún muchacho joven trabaja, pero vienen mucho de afuera, mucho de Neuquén (G, entrevista, 07-2017).
Acá no conozco a nadie que vaya para nada (al pueblo). Y acá los que han venido, ahí atrás hay chacras que han comprado gente que trabajaba en el petróleo antes, y han edificado. En las chacras que están, como te digo, muertas (H, entrevista, 07-2017).
Claro porque uno de los reclamos a nivel laboral es que no se cumple con la ordenanza de mano de obra local. Pero es que no hay capacitación. [...] es un manoseo para los vecinos hacerles creer que va a haber trabajo en la actividad, si no hay capacitación (M, entrevista, 04-2018).
Todo el mundo quiere trabajo, pero si ellos no hicieron un curso por ejemplo de soldadura no los pueden mandar a soldar, no los pueden tomar si no saben, si no tienen conocimientos. Hubo un movimiento el año pasado que salió por la televisión, que tomaron la planta atrás de mi casa, ¿cuánto duró? Duró una tarde, unas horas, porque trabajo no le podían dar (J, entrevista, 04-2018).
Para ambos casos, los puntos de vista situados de las entrevistadas desbordan las dicotomías público-privado, esfera productiva-esfera reproductiva, trabajo remunerado- trabajo que instala la traza de jerarquizaciones mostrada en el apartado anterior. Dan cuenta de que una actividad expoliadora como el extractivismo impregna todas las esferas de la vida y constriñe modos otros de experimentar la construcción de la vida individual y comunitaria.
En un entramado histórico que valida unos cuerpos en tanto que censura el reconocimiento de otros, las manifestaciones que ocupan el espacio público constituyen micropolíticas de producción de lo común que enuncian desde la resistencia la vida digna que defienden y pujan por seguir reproduciendo.
Esto se narra en la memorialización de estrategias que intentan contrarrestar los despojos, desarrollando sensibilidades insurgentes que se expresan en la lucha de los cuerpos por hacerse presentes en las calles y la producción de entramados comunitarios.
Sí, pero sabes que cuando empezamos a hacer los reclamos lo que hicieron fue no utilizar esta calle. Hicieron caminos alternativos. Y el pozo que quedaba ahí lo corrieron más allá, que ahora empezó a trabajar” (R, entrevista, 07-2017). Y, ahora estamos porque estamos más solas, ella está sola separada, yo también estoy sola, entonces a donde ella va y me dice: “vecina, vamos a hacer esto” y ahí se fue otra más… Éramos siempre mujeres (M, entrevista, 07-2017).
En mi punto de vista, y para mí es desgastante y cansador. Porque salir a reclamar algo que no sabés si te van a responder y te mientan en la cara. Es como un chico que vos le decís “después te doy algo” y no se lo dás… (I, entrevista, 04-2018).
Somos mujeres las que más participamos en todo (R, entrevista, 07-2017).
Pero ¿qué pasaba cuando levantaba la medida? que ellos, la jueza si levantaba la medida ellos tenían que hacer caminos alternativos, no podían usar esta calle. Entonces yo digo: tenemos derechos, pero ellos no tenían derecho de pasar por la calle (C, entrevista, 07-2017).
Nosotras éramos las que les decíamos: ¿por qué no se van ustedes de acá? Nosotras estábamos bien. Ustedes llegaron acá a cambiar nuestras vidas (M, entrevista, 07-2017).
Queremos poder producir nuestros propios alimentos, tener derecho al agua potable, tierra fértil, agua, semillas, trabajo, amabilidad (entrevista grupal 2023).
Solía haber en mi barrio encuentros comunitarios de bioconstrucción para hacer un centro comunitario (entrevista grupal 2023).
Nosotras ahora estamos por armar un merendero, en la otra costa… ya agarramos un terrenito, lo estamos limpiando por ahora… también acompañando en las marchas. Yo tomé la decisión de juntarme y hacer algo, porque estaba acá en mi casa encerrada… y me agarraba dolor de cabeza (M, entrevista 07-17).
Acontecen políticas de la existencia –espontáneas y/o sostenidas, comunitarias o colectivas– que abren tajos a la hegemonía de las actividades extractivas en los territorios de vida. Instancias de autoorganización y autorreconocimiento potencian actividades comunitarias de reclamo por las nuevas condiciones de vida impuestas por la nueva dinámica productiva que compite con la actividad frutícola y transforma la vida cotidiana. Emerge la construcción de un común en el marco de una economía afectiva que conecta afinidades políticas construyendo otros modos de experienciar, “una poética de lo común que nos hace y deshace; son prácticas, gestos, saberes, que vuelven público y político un modo de compartir la vida, con sus afinidades y disensos” (Flores, 2016, en Correa y Macsad, 2023).
A partir de la resistencia a naturalizar el despojo y la producción de experiencias en y desde cada territorio, se (re)crea en sus relatos y en los territorios definiciones de vida digna (Correa 2023). En otras palabras, el entramado de relaciones de ecointerdependencia con otrxs y con el territorio, autonomiza vías de reapropiación de las condiciones de autoorganización y autovalorización (Sztulwark, 2019), expresadas en iniciativas asociativas y/o comunitarias, economías solidarias, lazos territoriales y memorialización colectiva.
La sobrevivencia se juega en la producción de sentidos y singularizaciones que se libran en los intersticios entre el ámbito productivo y el reproductivo y desde ahí se producen sentidos que ponen en cuestión la subjetivación hegemónica extractiva. La gestión colectiva y creativa del malestar para permitir la germinación de otros mundos (Preciado, 2019).
Cierres provisorios
Desde principios de siglo XXI en Patagonia norte las estrategias de expansión y consolidación del ordenamiento extractivo estrategizadas por el discurso del desarrollo producen fuertes transformaciones territoriales para regular la funcionalidad de los territorios a la reproducción y acumulación del capital, y otorgar reconocibilidad diferencial a las vidas en él.
En la última década, los acontecimientos de producción de lo común en entramados comunitarios articulan enunciados de memorialización y disidencia a partir de los cuales es posible cartografiar definiciones singulares, no unívocas, indiciales, de lo es considerado vida digna.
Al inicio de este trabajo nos planteamos la tarea analítica de señalar los trazos de jerarquización de la vida que produce el ordenamiento, y cartografiar enunciados de un locus discursivo difractario, en territorios arrasados en la Norpatagonia en la última década. Nos preguntamos con Pérez Orozco (2014), ¿qué convierte una vida en significativa? ¿Qué hace que una vida sea vivible? Nos referimos al sostenimiento de las condiciones de posibilidad de vidas que merecen la pena ser vividas y sus múltiples y singulares definiciones desde procesos de subjetivación disidentes que desprograman y desbordan los estrechos regímenes de habitabilidad extractivos para producir sentidos contrahegemónicos a los extractivismos.
A decir de Álvarez Leguizamón (2011), las formas de dominación neocoloniales del presente despliegan renovados dispositivos disciplinarios racistas que reproducen y aumentan la pobreza por expropiación de medios de subsistencia básicos para la vida, como la tierra y el agua.
El ataque feroz de los regímenes de despojo a la disposición y producción de los bienes comunes (redes de intercambio, saberes, resistencias, memorias) implica el avasallamiento de las posibilidades presentes y potenciales de experienciación y creación de mundos posibles. Ante ello, las experiencias aquí situadas responden fortaleciendo sentidos de su propio entramado social, ejerciendo la memorialización (Butler, 2010) en tanto reconstrucción genealógica del cuerpo político, que entreteje experiencias variadas en su intensidad y potencia ante las políticas de subjetivación hegemónicas. Una materialidad viva otra, antagonista y revitalizante de las fuerzas del saber de lo vivo que yace en memorias afectivas, latentes en las biografías individuales y colectivas; que insiste en interpelar y (re)crearse en nuevos contextos, para desmontar “la pacata escena de lo instituido” (Rolnik, 2019: 54).
El trazado territorial puesto al servicio de la actividad extractiva, la jerarquización de actividades económicas con relación a su lugar en la dinamización hidrocarburífera, el acceso a infraestructura estatal (caminos, hospitales, escuelas, edificios municipales) diferencial para las poblaciones y con mayores signos de vulneración en los enclaves extractivos, la legitimación de la inocuidad de la actividad a través de empresas mediáticas, discursos políticos y científicos, el señalamiento de la precarización generalizada de la vida como un estadio de transición hacia el desarrollo, el silencio oficial de empresas y autoridades gubernamentales frente a los cambios en la calidad del suelo, el aire y el agua. Los trazos jerarquizantes del dispositivo son también, ellos mismos, la fijeza de una verdad que no se sostiene, que tiembla como la tierra perforada. Un monolingüismo cuya espesura es de una densidad pesada y a la vez porosa.
Ante las nuevas condiciones de vida que impone la impronta extractiva emerge con fuerza entre los habitantes de esos territorios una demanda de dignidad, visibilidad e igualdad en el acceso a derechos humanos y ciudadanos. Desde ese punto de vista, “reconocer la vulnerabilidad genera un nuevo modelo de sujeto político, que proviene del esfuerzo por superar situaciones de precariedad y permite construir una política de la vida” (Murcia Rios, 2019, 48). Toma cuerpo una potencia política que anida en el deseo colectivo, en las posibilidades de autogestión y autonomía que habilitan micropolíticas de la existencia (Lazzarato 2006), que son estimuladas y a la vez amenazadas por las condiciones precarias de vida en territorios perforados (Correa y Macsad, 2023).
Las acciones en defensa del territorio existencial (Guattari, 1996), aun las defensivas que posibilitan logros sustantivos en términos de retraso u obstaculización de las actividades extractivas, habilitan nuevos modos de valoración social del territorio en un proceso de singularización de las subjetividades y los afectos. Cartografiar se vuelve una tarea creativa para la configuración de nuevos contornos de realidad singularizantes, de otros espacios de vida y de afecto posibles, en el seno mismo de las políticas de subjetivación hegemónicas.
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Welsby, D.; Price, J.; Pye, S. et al. (2021). Combustibles fósiles no extraíbles en un mundo 1,5 °C. Nature, 597, 230–234. https://doi.org/10.1038/s41586-021-03821-8
Región que comprende las provincias de Neuquén y Río Negro, también denominada Región del Comahue.↩︎
“Es el nombre que, ya en la década de 1960, Guattari propone como alternativa a ‘globalización’, término según él demasiado genérico y que oculta el sentido fundamentalmente económico, y más precisamente capitalista y neoliberal del fenómeno de la mundialización que entonces se instalaba. […] El capitalismo es mundial e integrado porque potencialmente ha colonizado el conjunto del planeta, porque actualmente vive en simbiosis con países que históricamente parecían haber escapado de él (los países del bloque soviético, China) y porque tiende a hacer que ninguna actividad humana, ningún sector de producción quede fuera de su control” (Guattari y Rolnik, 2013: 16).↩︎
“La máquina social, tiene como piezas a los seres humanos, incluso si se los considera con sus máquinas, y los integra, los interioriza en un modelo institucional a todos los niveles de la acción, de la transmisión y de la motricidad. También forma una memoria sin la cual no habría sinergia con sus máquinas (técnicas). Estas, en efecto, no contienen las condiciones de reproducción de su proceso; remiten a máquinas sociales que las condicionan y las organizan, pero que también limitan o inhiben su desarrollo” (Deleuze y Guattari, 1973: 147).↩︎
La muestra (2017-2018) quedó compuesta por 10 entrevistas a referentes y 15 entrevistas (individuales y colectivas) a mujeres residentes en dos barrios linderos a explotaciones extractivas (Costa Blanco y Calle 10), de composición mayoritaria de mujeres como sostén de hogar, en tenencia precaria de la tierra e inserciones en trabajos agrícolas. Las entrevistas en profundidad se centraron en las principales transformaciones a la vida a partir de la presencia de los pozos de gas no convencional En 2019, el escenario de producción de sentidos fue en los hogares, a partir de un relevamiento de corte más extensivo y en formato encuesta, igual para ambos barrios (27 encuestas). En él profundizamos en algunas de las preguntas iniciales, e introdujimos dimensiones de mayor alcance: caracterización como sujetas políticas desde la autoenunciación y organización del tiempo-espacio-cuerpo (cuidado, experiencia, acceso, uso y producción de bienes comunes), como dispositivo de producción de una memorialización territorial.↩︎
Muestra 2023 aún no cerrada, compuesta de entrevistas grupales e individuales realizadas a partir del Encuentro “Territorios para la vida”, Fiske Menuco, Río Negro.↩︎
En la localidad de Allen, Río Negro, se explota uno de los cinco yacimientos de gas más grandes de Argentina y se produce el 20% del tight gas que genera la petrolera nacional en todo el país.↩︎
Para Haraway (1991: 284), el término “feminizado” significa ser enormemente vulnerable, apto a ser desmontado, vuelto a montar, explotado como fuerza de trabajo de reserva, estar considerado más como servidor que como trabajador.↩︎
La particularidad de los HNC está dada porque el tight gas, el shale oil y el shale gas están incrustados en arenas compactas (tight) o en arcillas (shale) y es necesario realizar múltiples fracturas para obtener el recurso, a diferencia de lo que ocurre con la explotación convencional de hidrocarburos.↩︎
Refiere a la técnica empleada en aquellos reservorios de hidrocarburos caracterizados por la presencia de areniscas o arcillas muy compactas de baja permeabilidad y porosidad que impiden que el fluido emigre naturalmente y por lo cual la extracción resulta posible únicamente mediante el empleo de la fractura hidráulica. Esta técnica es conocida como “fracking”.↩︎
Actualmente la noción “Vaca Muerta” se emplea para hacer referencia a la formación geológica que recibe ese nombre, pero también a toda una zona con potencial hidrocarburífero no convencional, aun cuando las perforaciones no se hagan estrictamente en dicha formación geológica. Incluye también varios proyectos de explotación de tight gas que se extienden por las provincias de Neuquén y Río Negro.↩︎
Las principales empresas del sector se han volcado en esta dirección: YPF, Shell, Pan American Energy y Vista. En cambio, Tecpetrol y Pluspetrol siguen concentradas en gas, debido a las características de sus áreas de operación. La empresa con control accionario estatal, YPF, ha ganado centralidad en los últimos dos años y, si bien prioriza la explotación petrolera, no dejó de conectar pozos gasíferos en el marco del PlanGasAr (EJES, 2022).↩︎
El proyecto declara de interés público provincial la iniciativa presentada por Fortescue, faculta al Ejecutivo provincial a llamar a licitación para la concesión de tierras fiscales para la instalación de la infraestructura vinculada con la iniciativa australiana (concretamente, los parques eólicos) y crea el Ente de Promoción y Fiscalización del Complejo Productivo y Exportador de la Zona Franca de Río Negro (Salgado, 2022).↩︎
Se trata de un vector energético, un combustible que se genera a partir de la división de la molécula del agua a través de un procedimiento llamado electrólisis. O sea, es un elemento por demás abundante en el planeta, aunque no existe en estado puro (Eleisegui, 2022).↩︎