Palabras clave:
INTA | cambio institucional | política institucional | ajuste estructural | régimen social de acumulación
Recibido: 10 de febrero de 2025. Aceptado: 28 de abril de 2025.
Resumen
El acceso universitario en Argentina se expandió de manera notable en los últimos cuarenta años configurando un sistema masificado y federalmente diversificado. ¿En qué medida y cómo dicho proceso expandió el acceso de los sectores de bajos ingresos? Este trabajo aporta evidencia descriptiva y estadística sobre la estratificación del acceso a la educación superior para el período 1996-2023, utilizando indicadores a nivel individual y agregado. Documentamos que la participación de los sectores populares se triplicó en este periodo y que tal expansión está relacionada con la creación de nuevas universidades, especialmente en el Conurbano Bonaerense. Indicadores de capital cultural del hogar testimonian que estas instituciones absorben proporciones sensiblemente mayores de primera generación de estudiantes universitarios, y de estudiantes cuyos progenitores solo lograron finalizar la escuela primaria. Además, un modelo de regresión lineal a nivel departamental indica que la presencia de universidades en el conurbano aumenta significativamente la equidad del acceso universitario.
Abstract
University access in Argentina has expanded significantly over the last forty years, configuring a massive and federally diversified system. To what extent, and how, has this process expanded university access for low-income sectors? This article provides descriptive and statistical evidence on the stratification of access to higher education in the country for the 1996-2023 period, using both individual and aggregate-level indicators. We document that participation among popular sectors almost tripled, and shows that such an increase is related to the creation of new national universities, especially in the Conurbano Bonaerense area. Indeed, indicators of household cultural capital substantiate that these institutions enroll significantly larger portions of first-generation university students, and students whose parents only completed primary school, than the rest of national universities. In addition, a linear regression model at the departmental level finds that the presence of national universities in the conurbano region significantly increases equity in university access.
Keywords
university access | stratification | low-income sectors | new national universities | Conurbano Bonaerense
El acceso universitario en Argentina se ha expandido de manera notable en los últimos cuarenta años configurando un sistema masificado y federalmente diversificado. ¿En qué medida, y de qué manera, este proceso expandió el acceso de los sectores de menores ingresos socioeconómicos a la universidad? Una creciente literatura analiza estos fenómenos desde el “lado de la oferta”, prestando atención a los factores del sistema que contribuyeron a su ampliación: centralmente, los mecanismos no selectivos de admisión, el mayor financiamiento público y la disponibilidad, en cantidad y variedad, de instituciones universitarias (García de Fanelli, 2015; Rabossi, 2016; Chiroleu, 2018; García de Fanelli y Adrogué, 2019; Balán, 2020).
A pesar de la importancia de estas contribuciones, el debate en torno a la masificación de la educación superior argentina y la equidad en el acceso adolece de análisis empíricos longitudinales que permitan evaluar su magnitud y dinámica a lo largo de un período suficientemente prolongado de tiempo.[1] Este trabajo aporta evidencia descriptiva y estadística en esa dirección para un período de prácticamente tres décadas, 1996-2023, utilizando indicadores individuales (nivel de ingreso y nivel educativo de los hogares de los estudiantes) y agregados (poblacionales).
Documentamos que, en el marco de un fuerte crecimiento de la matrícula universitaria y un reordenamiento del peso relativo de las universidades nacionales debido a la creación de nuevas instituciones educativas, la expansión del acceso de los sectores populares a la educación superior ha sido de una magnitud considerable. En efecto, en el análisis “punta a punta”, el porcentaje de estudiantes universitarios pertenecientes a hogares de bajos ingresos aproximadamente se triplicó, pasando de apenas el 8,3% en 1996 al 21,2% en 2023 para el quintil más pobre de la población, y del 12,9% al 34% para el segundo quintil. Además, mostramos que la dinámica de este crecimiento esquemáticamente distingue dos grandes momentos de expansión: 1996-2006 y 2007-2023.
Esta trayectoria está directamente relacionada con el ciclo político o la implementación de políticas educativas destinadas a cubrir la reciente demanda por educación superior, que proviene principalmente de jóvenes y mujeres de familias vulnerables (Avitabile, 2017). En el caso de Argentina, cobra relevancia la decisión de los gobiernos nacionales de expandir la oferta educativa a los sectores de menores ingresos mediante la creación de nuevas universidades, especialmente en el Conurbano Bonaerense, la región más poblada del país donde reside la mayor cantidad de población en situación de vulnerabilidad. En base a indicadores de capital cultural del hogar, testimoniamos que estas instituciones, en particular las de más reciente creación, han absorbido porciones sensiblemente mayores de primera generación de estudiantes universitarios y de estudiantes cuyos progenitores solo lograron finalizar la escuela primaria que el resto de las universidades nacionales. Confirmamos esta evidencia descriptiva con un modelo de regresión lineal a nivel departamental, cuyos resultados indican que la presencia de universidades nacionales en el conurbano aumenta significativamente la equidad del acceso a la educación superior.
La expansión del sistema universitario argentino
Desde el retorno de la democracia hasta la actualidad, la matrícula universitaria se multiplicó por algo más de 7,5 veces, creciendo de unos 338.000 estudiantes a 2,55 millones, mientras que la población de Argentina se multiplicó por 1,5. En consecuencia, como muestra el gráfico 1, la proporción de la población del país que asiste a la universidad se expandió sustancialmente, pasando de representar apenas el 1,2% en 1983 al 5,5% en 2022.
Gráfico 1. Evolución de la matrícula universitaria como proporción de la población argentina (1983-2022).
Fuente: elaboración propia en base a Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 1980, 1991, 2001, 2010 y 2022; proyecciones poblacionales (INDEC); y Anuarios de Estadísticas Universitarias, Secretaría de Políticas Universitarias, Ministerio de Educación de la Nación.
Nota: incluye la matrícula de las universidades e institutos universitarios de gestión estatal y de gestión privada.
El crecimiento de la matrícula y la consecuente masificación del sistema universitario argentino –80% de gestión estatal en el periodo analizado– está naturalmente relacionado con el aumento de la oferta, impulsado por lo que denominamos el ciclo político. En los últimos sesenta años, el sistema experimentó tres olas de expansión institucional (Chiroleu et al., 2012). La primera tuvo lugar entre 1968 y 1975, cuando en el contexto de un proyecto de restructuración que buscaba bajar la deserción, desconcentrar estudiantes y promover las carreras científicas (el Plan Taquini), se terminó descentralizando y reconfigurando geográficamente la educación superior con la creación de 17 nuevas universidades nacionales en todo el territorio (Buchbinder, 2010: 199-202; Mendonça, 2016, 2018a).[2] La enseñanza se expandió en el interior del país a través de universidades pequeñas o medianas que se concentraron en grandes ciudades y capitales de provincia. Debido a que, en muchos casos, las nuevas instituciones se constituyeron sobre carreras liberales tradicionales, impulsaron el ingreso de jóvenes y mujeres de los sectores medios urbanos. De tal forma, se modificó por primera vez la composición social de la matrícula, transformando el sistema universitario de élite en uno más diversificado y masivo.
La segunda ola ocurrió entre 1988 y 1995 en el marco de un fuerte incremento del acceso tras la eliminación de las restricciones al ingreso y los aranceles, vigentes durante la dictadura. Para encauzar este aumento de la demanda se crearon 10 universidades nacionales.[3] En esta oportunidad se dio prioridad al Conurbano Bonaerense, donde 6 nuevas instituciones emplazadas en municipios del primer cordón, linderos o próximos a la Capital Federal, se sumaron a las 2 ya existentes. Por su ubicación y oferta académica inicial (con presencia de ciencias sociales, ciencias básicas y carreras tecnológicas), estas universidades captaron una parte del flujo estudiantil de la región que se canalizaba primordialmente en la UBA y la UNLP. Asimismo, atrajeron un grupo de nuevos estudiantes pertenecientes a estratos socioeconómicos más bajos al incorporar titulaciones intermedias y algunas ofertas técnicas con salida laboral o dirigidas a la formación docente (García de Fanelli, 1997: 42-66).
La tercera ola se proyectó entre 2007 y 2015 bajo un enfoque que recuperó la participación del Estado nacional en las decisiones y el financiamiento de la política educativa. Este proceso condujo a la fundación de 16 universidades nacionales, 8 de ellas en el conurbano (Marquina y Chiroleu, 2015). A diferencia de lo acontecido en los años noventa, en esta instancia las nuevas universidades (conocidas como universidades del Bicentenario) fueron situadas en municipios del segundo cordón– más alejados, más poblados y menos desarrollados– dando así prioridad al acceso de poblaciones locales más desfavorecidas y largamente postergadas. También a diferencia de las universidades existentes, muchas de estas impulsaron carreras de ciencias aplicadas y ciencias de la salud, tecnicaturas, titulaciones intermedias, y ciclos de complementación curricular de grado para personas con títulos terciarios o de pregrado (técnicos, docentes), en el marco de un diseño de oferta educativa ajustado a las necesidades locales y al desarrollo territorial (Otero et al., 2018). A la vez, acompañaron el ingreso, la permanencia y el egreso con becas, pasantías estudiantiles, departamentos de orientación y otras vinculaciones institucionales (Marquina, 2012; Freytes Frey, 2018). Cimentado sobre una identidad e impronta local propia, las universidades del conurbano lograron desarrollar un enraizamiento territorial –llevan el nombre de sus municipios– vinculando el mundo universitario con el tejido social y productivo.
Como resultado de estas políticas y su desarrollo, las universidades del conurbano se transformaron en un actor colectivo central del sistema. El gráfico 2 muestra la evolución de la matrícula de estas casas de estudio como proporción de la matrícula universitaria nacional, desde el inicio de las últimas dos oleadas expansivas hasta la actualidad. El crecimiento es elocuente. En el análisis punta a punta, dicha proporción trepó de apenas el 3,4% en 1988 al 18,8% en 2023, a una tasa anual promedio de crecimiento del 8,5%. Si observamos la dinámica de esta suba, es evidente el peso de las universidades del conurbano, especialmente de aquellas creadas durante la tercera ola. De los 613.144 estudiantes que se incorporaron al sistema desde 1988 hasta 2006, el 14,3% lo hizo en una universidad de la región. Desde 2007, lo hizo el 33,7% de los 729.136 nuevos estudiantes. La ampliación de la red universitaria, como muestra el gráfico 3, permitió corregir una asimetría (educativa) del federalismo argentino. En 1991, los alumnos de las universidades del conurbano solamente representaban el 4% de la matrícula universitaria nacional, mientras que la población de la región representaba casi un cuarto de la población del país: una brecha de 20,3 puntos porcentuales. En 2022, con similar participación de la población bonaerense, la brecha se redujo a 4,7 puntos.
Gráfico 2. Participación de la matrícula de las universidades del conurbano en la matrícula universitaria nacional (1988-2022).
Fuente: elaboración propia en base a Anuarios de Estadísticas Universitarias.
Fuente: elaboración propia en base a Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 1991, 2001, 2010 y 2022; proyecciones poblacionales (INDEC); y Anuarios de Estadísticas Universitarias.
La literatura sobre la equidad en el acceso a la educación superior en Argentina, como en otras partes del mundo, ha demostrado que existe un claro sesgo de selección. Los jóvenes pertenecientes a hogares de bajos ingresos socioeconómicos (García de Fanelli, 2007; García de Fanelli, 2014; García de Fanelli y Adrogué, 2019; Templado et al., 2022; Donza et al., 2024), cuyos padres no accedieron a la educación superior e incluso al nivel medio (Fachelli, Molina Derteano y Torrens, 2015; Adrogué y García de Fanelli, 2021; Donza et al., 2024) o que presentan un origen familiar ocupacional vinculado a tareas poco calificadas (Fachelli et al., 2015; Pla et al., 2021), acceden con bastante menos frecuencia a dichos estudios que los jóvenes provenientes de los sectores medios y altos.
No obstante, esta literatura presenta cierto déficit empírico, ya que utiliza como estrategia principal de análisis el corte transversal basado en uno o pocos puntos durante periodos cortos de tiempo. Obviamente, esto impide estudiar longitudinalmente la magnitud real y la dinámica del fenómeno.[4] En esta sección, examinamos el acceso a la universidad según el ingreso familiar de los estudiantes utilizando una serie anualizada de casi tres décadas, 1996-2023, de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).
El gráfico 4 muestra la evolución del porcentaje de la población en edad teórica (18 a 24 años) que declara cursar estudios universitarios para los cinco quintiles de ingreso. En línea con el incremento de la matrícula universitaria, se observa un aumento en la proporción de jóvenes de todos los quintiles que asisten a la universidad. Pero el crecimiento de aquellos cuyas familias pertenecen a los quintiles de menores ingresos es remarcable. En 1996, apenas el 8,3% de los jóvenes del quintil más pobre y el 12,9% del segundo quintil concurrían a la universidad; en 2023, lo hacen el 21,2% y el 34%, respectivamente. Es decir, la proporción de jóvenes universitarios en el segmento de menores ingresos se multiplicó 2,5 veces. Este aumento punta a punta es sensiblemente superior al observado entre los jóvenes de hogares con ingresos medios y altos, quienes pasaron del 25,6% al 37,2% (tercer quintil), del 37,2% al 43% (cuarto), y del 49,4% al 52,7% (quinto).
Si en lugar de una lectura punta a punta, que oculta la dinámica de las trayectorias, examinamos la evolución del fenómeno en el tiempo, se distinguen dos grandes momentos de crecimiento en el acceso universitario de los sectores populares. Entre 1996 y 2006, la participación de los estudiantes de menores ingresos aumentó 2,4 (quintil 1) y 6,8 (quintil 2) puntos porcentuales, fruto de la consolidación de las universidades nacionales creadas en la década de 1990. Desde el año 2007 hasta el presente, en línea con el explosivo aumento de la matrícula de las universidades del Bicentenario, dicha participación experimentó un crecimiento aún mayor: 8,8 y 10,3 puntos porcentuales, respectivamente. Así, más de la mitad de la suba en la asistencia universitaria de estos jóvenes ocurrió en los últimos ocho años.
Fuente: elaboración propia en base a Encuesta Permanente de Hogares (EPH) puntual (1996-2003) y continua (2004-2023), segundos trimestres.
Nota: ingreso familiar per cápita del hogar. Se consideran quienes declaran estar cursando estudios universitarios. Se omite la categoría “sin ingresos”. Grandes aglomerados urbanos (capitales provinciales y aglomerados con más de 100.000 habitantes). Datos ponderados expanden al 70% de la población.
El uso de la edad teórica como indicador de acceso puede subestimar la inclusión de la población de bajos ingresos. Esto es así porque una proporción mayor de estos sectores no finaliza el secundario en el tiempo esperado o asiste a la educación de adultos, lo que conlleva un potencial ingreso tardío a la universidad. De hecho, según el Anuario de Estadísticas Universitarias, el 34% de los nuevos estudiantes universitarios en 2022 (el 52% en las universidades del conurbano) tenían al menos 25 años. Para atender esta cuestión, el gráfico 5 considera el total de la población de 18 años o más. Se aprecia que el crecimiento de los estudiantes de menores ingresos es aún más pronunciado. Su participación se triplica en el período, creciendo del 2,1% al 6,2% en el primer quintil, y del 3,2% al 8,4% en el segundo. A medida que aumenta el ingreso, y con ello las posibilidades de terminar los estudios, el porcentaje de estudiantes del estrato sobre la población, obviamente, disminuye. Así, los alumnos universitarios de ingresos medios crecieron 1,7 puntos porcentuales (6,3% a 8,1%), mientras que los de altos ingresos se redujeron en casi 1 punto para el cuarto quintil (9,3% a 8,5%) y en algo más de 2 puntos para el quinto (10,7% a 8,3%).
Fuente: elaboración propia en base a Encuesta Permanente de Hogares (EPH-INDEC) puntual (1996-2003) y continua (2004-2023), segundos trimestres.
La creación de universidades modifica el cálculo del costo de oportunidad que representa continuar los estudios superiores al finalizar la escuela secundaria. Los modelos clásicos de acceso educativo postulan que la decisión de estudiar depende de un cálculo racional, en el que los individuos deciden su nivel óptimo de educación comparando los retornos futuros esperados de obtener más educación (mejores salarios, acceso a la salud, trabajos menos riesgosos, estabilidad laboral) versus los costos de adquirirla. Entre los factores que afectan los costos de oportunidad de las decisiones educativas, como el ingreso, el género, el origen social, las dinámicas familiares y los entornos de vulnerabilidad, la cercanía con el establecimiento educativo tiene una relevancia decisiva. Esto es así porque la proximidad reduce los costos personales directos (por ejemplo, el costo del transporte) e indirectos (el tiempo) asociados a la educación, especialmente para los jóvenes y las mujeres, quienes en general necesitan mayor amplitud laboral y cumplir con tareas domésticas o de cuidado.
A fin de analizar en qué medida las universidades del conurbano han recibido una mayor porción de estudiantes de bajos ingresos, utilizamos un indicador canónico de capital cultural del hogar: el nivel educativo de los padres.[5] Este indicador es un buen predictor del ingreso familiar y permite, además, abordar la cuestión de la “movilidad educativa intergeneracional” o la asociación entre orígenes y destinos educativos (Trombetta y Villafañe, 2024).
El gráfico 6 y el gráfico 7 muestran el nivel educativo alcanzado por la madre y el padre, respectivamente, de los estudiantes inscriptos en las universidades nacionales, distinguiendo entre los alumnos de las universidades del conurbano y el resto. Los datos indican que a las primeras concurre una proporción considerablemente mayor de estudiantes pertenecientes a familias con menores niveles educativos promedio y con menor tradición universitaria. En efecto, un mayor número de estos estudiantes tiene madres y padres que solo alcanzaron a completar el nivel primario (29,7% y 38,8% versus 19,9% y 26,4%) y/o que no terminaron la escuela secundaria (17,6% y 20,9% versus 14,3% y 18,1%). Además, un porcentaje sustantivamente más alto de aquellos que acceden a las universidades del conurbano son “estudiantes de primera generación”: solo el 18,3% tiene madres y el 10,2% padres con estudios universitarios completos versus el 29,9% y el 19,6% de los estudiantes matriculados en el resto de las universidades nacionales. Es posible sostener, entonces, que la política de expansión del sistema universitario en la región más poblada y pobre del país permitió, en muchos casos, que los estudiantes salten dos niveles educativos en sus familias comparando con la generación de sus progenitores.
Fuente: elaboración propia en base a datos del Anuario Estadístico 2022, Secretaría de Políticas Universitarias, Ministerio de Educación de la Nación.
Fuente: elaboración propia en base a datos del Anuario Estadístico 2022, Secretaría de Políticas Universitarias, Ministerio de Educación de la Nación.
Como evidencia adicional, la Tabla 1 muestra los resultados de un modelo estadístico de regresión lineal sobre datos de panel a nivel departamental, corregido con efectos fijos por departamento y por año.[6] Se consideran dos variables dependientes: el porcentaje de estudiantes universitarios de 18 a 24 años (edad teórica), y de 18 años o más (edad extendida). Las variables independientes son: la población del municipio cada 10.000 habitantes, el porcentaje de hogares con al menos una necesidad básica insatisfecha (NBI), una variable dicotómica indicando si un municipio tiene emplazada en su territorio una universidad nacional (sede central), y una variable discreta indicando la cantidad de municipios geográficamente contiguos que tienen radicada en su territorio una universidad nacional.
En general, las variables independientes se comportan en la dirección esperada y adquieren niveles de significancia estadística. Primero, tras controlar por la población del municipio, la asistencia a la universidad disminuye a medida que aumenta el nivel de NBI. Sustantivamente, un 10% más de hogares pobres está asociado con 5,9 puntos porcentuales menos de estudiantes en la edad esperada (1,8 en la edad extendida). Segundo, se confirma la influencia de la creación de universidades en el conurbano para la equidad del ingreso. La radicación de una universidad pública en un determinado distrito incrementa en casi 1 punto porcentual la proporción de estudiantes universitarios. Más importante aún, por cada universidad nacional existente en los distritos contiguos a un municipio, aumenta 3,1 puntos porcentuales la proporción de jóvenes que asisten a la universidad en la edad esperada y 0,78 en la edad extendida.
Tabla 1. Determinantes del acceso universitario, residentes del Conurbano Bonaerense.
Variables independientes |
Variable dependiente: porcentaje de estudiantes universitarios |
||
Edad extendida |
Edad teórica |
||
Hogares con NBI |
-0.181*** (0.066) |
-0.593** (0.272) |
|
Municipio con Universidad |
0.974* (0.561) |
2.755 (2.324) |
|
Municipios contiguos con Universidad |
0.780*** (0.245) |
3.113*** (1.014) |
|
Población /10 mil |
0.013 (0.019) |
0.036 (0.080) |
|
N R2 R2 ajustado F Statistic (df = 4; 62) |
91 0.607 0.430 23.985*** |
91 0.522 0.306 16.944*** |
|
Significancia |
*p<0.1** p<0.05***p<0.01 |
Fuente: elaboración propia.
El estudio del acceso universitario en Argentina, especialmente de los sectores de bajos ingresos, reviste importancia tanto por su actualidad en el debate público como por su potencial para informar decisiones de política pública. En este artículo analizamos ambos fenómenos con foco en el rol desempeñado por las universidades nacionales del Conurbano Bonaerense. Para ello, utilizamos datos a nivel individual y agregado sobre una ventana de tiempo de tres décadas, e integramos información de diferentes fuentes (censal, encuesta de hogares y anuarios institucionales), algo que la literatura sobre el tema no había realizado de forma sistemática con anterioridad.
Una lectura difundida por algunos analistas sostiene que el sistema universitario nacional es elitista y, por tanto, económicamente regresivo: los sectores de bajos ingresos financian con sus impuestos la educación superior de los sectores medios y altos. Este argumento supone que los sectores populares no acceden a la universidad, o solo accede una pequeña minoría. La evidencia suministrada en este trabajo indica que la realidad es más compleja, y sugiere que es necesario adoptar un enfoque dinámico que considere la evolución de las trayectorias en periodos prolongados de tiempo. En un contexto de crecimiento sistemático de la matrícula universitaria, reportamos que el porcentaje de estudiantes pertenecientes a los dos quintiles más pobres de la población casi se triplicó desde 1996, alcanzando en la actualidad al 21,2% y al 34%, respectivamente.
La masividad universitaria implica tensiones respecto a las políticas de financiamiento, acceso, permanencia y terminalidad. Estas tensiones se intensifican en un sistema institucionalmente heterogéneo como el argentino y en un país con profundas asimetrías regionales y sociales. Las soluciones, sin embargo, no pasan por aumentar la eficiencia del sistema reduciendo la masividad (Lodola, 2019). La restricción al ingreso y el achicamiento presupuestario profundiza la regresividad del gasto y promueve que la selección de los estudiantes se realice “por fuera” del sistema, castigando e incluso bloqueando el acceso de quienes enfrentan mayores impedimentos estructurales. Una agenda de investigación para el futuro es el análisis empírico del impacto que tienen las políticas de acompañamiento y los dispositivos institucionales diseñados para mejorar el acceso, la permanencia y el egreso en contextos de masividad y desigualdad.
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[1] Otras dimensiones relevantes de la equidad universitaria no consideradas en este trabajo incluyen: el género (Ovando Crespo, 2007); la permanencia y el egreso (García de Fanelli, 2007; Dalle, 2018; García de Fanelli y Adrogué, 2021), la estratificación de la oferta (García de Fanelli y Adrogué, 2019), y la democratización de la vida universitaria (Gessaghi y Llinás, 2005).
[2] Algunas surgieron de la nacionalización de universidades provinciales preexistentes, o de la fusión de facultades de universidades nacionales que se encontraban descentralizadas (Mendonça, 2018b).
[3] Dos de ellas eran universidades provinciales. Entre 1985 y 1995 también se crearon 24 universidades privadas (Buchbinder, 2010: 228).
[4] La excepción es Adrogué y García de Fanelli (2021), quienes examinan la escolarización superior de jóvenes de bajos ingresos entre 2003 y 2019. Aun así, su análisis solo incorpora el estudio del cambio “punta a punta”.
[5] La información contenida en los censos y en la EPH no permite establecer la universidad (ni el tipo de gestión) a la que asisten quienes reportan ser estudiantes.
[6] Una prueba Hausman determinó que la especificación más eficiente es con efectos fijos en lugar de aleatorios.